martes, 9 de noviembre de 2010

Con la soga al cuello

Este es el testimonio de uno de tantos inmigrantes que fueron engatusados en aquellos tiempos en que comprar un piso era una inversión segura ya que "los pisos no bajan de precio y alquilar es tirar el dinero".
Es cuestión de días, quizá de meses. Pero Cachago y su familia tendrán que abandonar su piso de La Elipa, en Madrid. El mismo que adquirió porque le aseguraron que era la hucha más fiable para el día en que le tocara pensar en el retorno. “Si ahora pagas 700 euros de alquiler, pagarás 800 de hipoteca. Cuando quieras regresar a Ecuador, tú vendes el piso, y te vas con 30 millones en el bolsillo”.

Los 'engatusadores' fueron los trabajadores de las inmobiliarias que cercaban la obra en la que trabajaba. “En la misma calle había tres”. Hambrientos por cazar a nuevos clientes, día sí día también le acosaban (a él y a sus compatriotas) a la hora del bocadillo, tras la comida, en pleno café. Siempre con la misma canción: “Ven, que tengo una cosa para ti…”. Los ecuatorianos se convirtieron en una presa fácil de cazar: un inmigrante que habla el mismo idioma no buscará un asesor que le traduzca los papeles que la inmobiliaria le ha entregado.  

Harto de oír la misma cantinela, un día se paró a escuchar a su vendedor de humo, con tan mala suerte que firmó la soga que ahora le está ahogando. “15 días después vino a enseñarme mi piso. El que yo había firmado que iba a comprar”.

Un mes después se vio sentado con un notario y tres inmigrantes más, sus avales, en una sucursal de Caja Madrid. “Si no tienes avales, no te preocupes, nosotros te los encontramos”, le contestaron al confirmar que no tiene familia aquí que pueda ayudarle. Llamaron a dos amigos suyos, que él mismo les facilitó el teléfono, aunque no le dijeron para qué, y cerraron operaciones avaladas de forma cruzada. Él mismo entregó su nómina (de sueldo bajo y por obra, no indefinido), y una hoja en la que una señora afirmaba que la esposa de Cachago trabajaba para ella y ganaba 450 euros al mes haciendo “servicios de limpieza”.  

Cuando la crisis acabó con miles de contratos en el sector de la construcción y la hostelería, Cachago y casi todos sus compatriotas se quedaron en paro y acudieron a cuentagotas a su banco para entregar las llaves de su vivienda y liquidar así la deuda. El mayor enredo viene a la hora de que en España, a diferencia que en Ecuador, la deuda no se salda al entregar las llaves. Hay que cubrir la cantidad prestada completa. Y si la tasación actual no es tan alta como el día que adquirieron la vivienda, la diferencia la paga el comprador. Como pueda.
 Fuente: ElConfidencial.com

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